El señor a mi lado lleva un precioso sombrero
borsalino negro, pero no se trata de un sombrero cualquiera, el suyo tiene la copa
repleta de fascinantes historias. Si te fijas bien, puedes ver los bordes un
poco desgastados y un pequeño agujero en la parte trasera. Por él, se entreoyen
algunas de las aventuras pasadas que le relata a su nuevo dueño quien, perplejo,
no deja de hacer todo tipo de divertidas muecas que confunden a su vez a la mujer
de enfrente.
Al fondo, se ve como un hombre vestido de
traje y corbata le pide encarecidamente disculpas a una señora mayor sentada a
su lado. Al parecer, sus zapatos la pisan y repisan sin control, la señora
furiosa observa con detenimiento el pie izquierdo y reconoce una pequeña mancha
imborrable de gasolina. Recuerda el incidente de su difunto marido y sonríe con
nostalgia.
Entonces, se abren las puertas y entra una
preciosa pelirroja con su walkman, luciendo unas gafas de aviador. Una madre
abre con orgullo su enorme bolso Pierre Cardin y de él salen varios playmobil. Un
joven chico se pelea con su reloj que da las horas en Londres. Una niña recompone
su libro de Los cinco.
El vintage o retro puede ser más que una moda
en pleno consumismo y más que una penitencia en época de crisis. Puede ser una
vuelta a ciertos valores. Puede ser una hermosa relación con el pasado, una
mayor consciencia del presente. Lo supuestamente efímero vuelto imperecedero. Los
Beatles sonando en el tocadiscos.