domingo, 29 de julio de 2012

En la boca del lobo



El lobo español no tiene qué echarse a la boca. Será por eso que está emigrando hacia tierras del norte, de donde en realidad es originario. Al parecer, con la subida de los impuestos no le llega para nutrirse y es que, aunque el precio de los alimentos básicos se mantenga, a este particular lobo no le sacian ni los tomates ni los pepinos.

Afortunadamente, para el resto de los mortales españoles el incremento del IVA cultural no va a significar una cuestión tan tajante de vida o muerte; aunque el que sí corre un gran riesgo de sucumbir anémico y desnutrido es su pobre cerebro. ¿Cómo van a alimentar pensamiento y alma si apenas les llega ya para el estómago?

El gobierno ha anunciado un aumento del IVA cultural del 8 al 21% que va a suponer la conversión de un bien de interés público en un artículo de lujo al que van a tener limitado acceso las clases medias y bajas. La mayoría de pequeñas empresas no van a poder asumir el coste de esta subida, con lo que el encarecimiento de las entradas de cine, teatro, música y arte va a convertirse en un obstáculo más para el ciudadano normal en el acceso a la cultura.

Tras décadas de continuada mercantilización de la expresión creativa,  ahora esta medida, junto a otras como la reducción de presupuestos de las administraciones con competencias culturales, viene a herir más a un sector ya dañado de por sí en esta sociedad del bien tangible.

Es por ello que los lobos esteparios en España, más que nadie, corren un gran peligro de extinción. Además de ser un clásico de la literatura alemana, El lobo estepario (Steppenwolf), designa por extensión en la cultura popular a aquellos que, como su protagonista Harry Haller, tienen un gran mundo interior y viven, más que de pan, de verdadero arte y conocimiento.
Decía Sarcozy como Presidente de Francia que “la democratización de la cultura es brindar todos los medios para que el mayor número de personas pueda amar a Sófocles, Shakespeare o Racine, no suprimir a Sófocles, Shakespeare o Racine".  Y en eso deberían pensar los dirigentes a la hora de diseñar sus políticas educativas y culturales.

La cultura es un bien al que todo el mundo debe tener acceso, y que, en mayor o menor medida, todos necesitan para ser más felices y más libres. El fin de la cultura es la muerte de una gran riqueza humana o, como decía Malraux, “La cultura es lo que, en la muerte, continúa siendo la vida”.


 (Publicado el 24/07/2012 en castellondiario.com)

martes, 24 de julio de 2012

Spainland, Intellectual Resort


“Científicos, artistas y otros profesionales del norte: vengan y disfruten del sol y las playas, olvídense del estrés laboral y llénense de insólitas y creativas ideas. ¡Nuestros paisanos estarán encantados de atenderles!”. Algo así debería ser la próxima campaña de promoción turística de España, obviamente acompañada de imágenes de terrazas veraniegas y jovencitas en falda y gafas de pasta atendiendo a la clientela.

Y es que, si vamos a vivir básicamente del turismo, ¿porqué no fomentar esta modalidad? Imagínese una pareja de intelectuales europeos: llegan al aeropuerto y les recoge un joven taxista licenciado en Historia y Doctor en Estudios Árabes y Andalusíes, en el paseo al hotel les ofrece una breve descripción de la ciudad y les habla del legado cultural del mundo islámico en la península.

Más tarde el botones, experto en estadística, les entretiene con la teoría de la aleatoriedad mientras pulsa números en el ascensor; la recepcionista, filóloga inglesa, les atiende en perfecto alemán; la mujer de la limpieza les redecora la habitación cada día, incorporando las últimas tendencias en diseño de interiores, y se las arregla para transformar una suite rústica en minimalista. La animadora del hotel, licenciada en Pedagogía y máster en Ciencias de la Educación, cuida de sus niños mientras la pareja se deja masajear por un joven fisioterapeuta estudiante de Medicina.

Pero lo mejor llega durante el transcurso de los días. Camareros arquitectos, dependientes psicólogos, socorristas enfermeros, cajeros economistas… todo un equipo de profesionales a disposición del turista para ofrecerle no sólo sangría fresca y paella, sino cantidad de ideas para sus negocios u oficios. De España puede salir el tema de su próxima novela, el diseño de un edificio modernista o incluso la clave para curar una enfermedad rara.
Aunque pueda sonar a extremo, la realidad actual no está tan lejos de esta situación. Es un hecho fácilmente constatable la cantidad de jóvenes que actualmente no tienen un trabajo acorde con su formación: más de 1,5 millones de licenciados en paro, más los que trabajan en puestos que requieren menos preparación. Y dentro de este último grupo, aquellos que han seguido formándose con másteres, doctorados, idiomas… y continúan sin tener una oportunidad laboral digna.

Hace años que diversos informes vienen alertando del exceso de sobrecualificación en España. Los últimos datos ofrecidos por la oficina de estadística Eurostat corresponden a 2008 y hablan de una tasa del 31% de trabajadores españoles que cuentan con una formación superior a la que exige su empleo, mientras que la media comunitaria se sitúa en el 19%. Una cifra que probablemente haya ido en aumento en los últimos años.

Un país que crece a base de sol y ladrillo y no invierte en investigación y desarrollo no puede generar tal cantidad de empleos de alta cualificación. Si la única vía que se va a potenciar para salir de la crisis actual va a ser el turismo, el alto número de jóvenes formados que hay actualmente, si se queda en España,  no tendrá más remedio que trabajar en un sector ajeno a su profesión. 


(Publicado el 17/07/2012 en castellondiario.com)