“Científicos,
artistas y otros profesionales del norte: vengan y disfruten del sol y las playas,
olvídense del estrés laboral y llénense de insólitas y creativas ideas. ¡Nuestros
paisanos estarán encantados de atenderles!”. Algo así debería ser la próxima
campaña de promoción turística de España, obviamente acompañada de imágenes de
terrazas veraniegas y jovencitas en falda y gafas de pasta atendiendo a la
clientela.
Y
es que, si vamos a vivir básicamente del turismo, ¿porqué no fomentar esta
modalidad? Imagínese una pareja de intelectuales europeos: llegan al aeropuerto
y les recoge un joven taxista licenciado en Historia y Doctor en Estudios
Árabes y Andalusíes, en el paseo al hotel les ofrece una breve descripción de
la ciudad y les habla del legado cultural del mundo islámico en la península.
Más
tarde el botones, experto en estadística, les entretiene con la teoría de la
aleatoriedad mientras pulsa números en el ascensor; la recepcionista, filóloga
inglesa, les atiende en perfecto alemán; la mujer de la limpieza les redecora
la habitación cada día, incorporando las últimas tendencias en diseño de
interiores, y se las arregla para transformar una suite rústica en minimalista.
La animadora del hotel, licenciada en Pedagogía y máster en Ciencias de la Educación,
cuida de sus niños mientras la pareja se deja masajear por un joven
fisioterapeuta estudiante de Medicina.
Pero
lo mejor llega durante el transcurso de los días. Camareros arquitectos,
dependientes psicólogos, socorristas enfermeros, cajeros economistas… todo un
equipo de profesionales a disposición del turista para ofrecerle no sólo
sangría fresca y paella, sino cantidad de ideas para sus negocios u oficios. De
España puede salir el tema de su próxima novela, el diseño de un edificio
modernista o incluso la clave para curar una enfermedad rara.
Aunque
pueda sonar a extremo, la realidad actual no está tan lejos de esta situación.
Es un hecho fácilmente constatable la cantidad de jóvenes que actualmente no
tienen un trabajo acorde con su formación: más de 1,5 millones de licenciados
en paro, más los que trabajan en puestos que requieren menos preparación. Y
dentro de este último grupo, aquellos que han seguido formándose con másteres,
doctorados, idiomas… y continúan sin tener una oportunidad laboral digna.
Hace
años que diversos informes vienen alertando del exceso de sobrecualificación en
España. Los últimos datos ofrecidos por la oficina de estadística Eurostat corresponden
a 2008 y hablan de una tasa del 31% de trabajadores españoles que cuentan con
una formación superior a la que exige su empleo, mientras que la media
comunitaria se sitúa en el 19%. Una cifra que probablemente haya ido en aumento
en los últimos años.
Un
país que crece a base de sol y ladrillo y no invierte en investigación y
desarrollo no puede generar tal cantidad de empleos de alta cualificación. Si
la única vía que se va a potenciar para salir de la crisis actual va a ser el
turismo, el alto número de jóvenes formados que hay actualmente, si se queda en
España, no tendrá más remedio que
trabajar en un sector ajeno a su profesión.
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